«Me fui en 1976 a México, gracias a la generosidad de una amiga y su madre. No tenía amenazas sobre mí, pero sí había varias personas cercanas con problemas. En 1977 llegué a Venezuela. Recuerdo el calor de La Guaira al salir del avión, no me gustó. A la semana estaba trabajando para el Colegio de Periodistas. Tenía que ir a los periódicos y hacer un cuestionario a los agremiados. Una locura porque no tenía idea de las direcciones ni de nada y ya sabemos cómo es el lío de las direcciones y del transporte en Caracas. Así fue como conocí la ciudad».

«Había mucha identificación de nosotros con el Renacimiento, y el sentimiento de los editores de esa época era de coleccionistas. Nunca publicamos nada que nos pidieran. Todo lo que publicamos eran cosas que nosotros deseábamos compartir con la gente. Yo venía de la Escuela de Arte, mención Escultura, y había hecho fotografía. Alejandro venía de dibujo y pintura, además de la literatura que lo acompañó desde muy joven, y todo esto confluye en los libros».